Relato Gay – Noche de sábado en Chueca

Hemos pasado todos estos días desde que llegamos a Madrid viendo tíos y mas tíos por la calle. La gran mayoría morenazos, barbudos y musculosos.

Así que hemos dicho… sábado sabadete. Se acabaron las compras, los museos y pasear por la ciudad.

Chueca es la zona central para salir a la noche de ambiente. Más de tres millones de habitantes, la mitad hombres, así que el número de gays debe ser relativamente alto.

Salimos tarde, hacemos nuestro recorrido en Metro y llegamos a Chueca a la una y media de la noche. Un par de hamburguesas y al lado del primer sitio uno para la primera copa.

Un callejon poco iluminado del que al fondo al fondo llega música. Un portero atento nos invita a entrar. Las cervezas a 5 euros, ya empezamos mal. El local atestado de chicos jóvenes salidos de algún cómic gay. Peinados imposibles, teñidos, mechas y gorras de pokemon, son gaypokemons, a cual más disparatado. Entre la gente se adivina algún que otro “lobo solitario” de buen aspecto que anuncia que no todo está perdido en este sábado de Madrid.

Decidimos cambiar de lugar y nos acercamos a una discoteca.

En la puerta los porteros mazados nos cachean a conciencia, esto promete. Dentro, una gran pista de baile, dos barras, pocas mesas, bolas de espejitos, música “disco” madrileña a todo trapo. Tíos de todo tipo y condición. Mayores, jóvenes, de mediana edad, los pokemons, los osos y los lobos solitarios.

Las cervezas a 6 euros, pero la entrada es libre. Un tío alto de unos 30 años no para de mirar a mi marido. Se cambia de sitio y sigue buscando con la mirada. Ricardo le sigue la jugada y uno mira, le remira y le sonríe. El tío tiene alguna cana, 1,86 de alto, unos 80 de peso, bonita mirada y bonita sonrisa sexy.

Nos movemos a otra zona y el tío busca el contacto visual de nuevo. Juegan, jugamos. Me pongo detrás de mi marido y perreo con el sin dejar de mirar a ambos. Se rie, nos reímos. No se atreve, giro la cabeza de Ricardo, le como la boca mirando al chico y sonriéndole después.

La gente a nuestro alrededor esta bailando como loca. Mucho tio comiéndose el morro y sin camiseta.

Nuestro amigo de las miradas sigue cerca, mi marido y yo seguimos perreando y decidimos acercarnos a él. Ricardo en medio, yo detrás, el chico delante… todos pegados. El tío le come la boca a mi marido mientras yo le froto el paquete por todo el culo. El de vez en cuando me come el morro a mi, pero parece ausente, incomodo…

Mucha gente mira nuestro sandwich y noto las miradas curiosas, no hay mas bailes a lo Instinto Básico en el local.

30 minutos de perreo los 3, vamos a explotar. El chico nos dice algo en inglés y yo hago las traducciones a mi marido.

– “No hago sexo en la discoteca, si queréis en vuestro hotel.
– “Nuestro hotel está en Plaza de España”, le digo.
– “Entonces me pagais el taxi de vuelta” contesta el.

Mi marido y yo comentamos la jugada. Ponemos la cama, el taxi de ida y él taxi de vuelta? Llegamos a la conclusión que no besa tan bien y que tampoco nos pone tanto.

Le decimos que no y nos vamos. Quizas en otro viaje vivamos una pasión madrileña un poco más intensa. En este viaje no ha podido ser.

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